Ayer mataron al Hermano sol quesque por nomás pisar los azulejos blancos. Yo no entiendo esas cosas. Chucho, mi hermano, dice que es pura de árabe eso de que el Hermano sol estuviera locuas. De todos quería ser compadre para comerse a las comadres y agarrarles sus cachetes a las ahijadas. ¿Pero qué?, a mí también me gustan todas y no por pura ardilla voy a darle un plomazo a un cabecilla. Porque eso sí, el Hermano sol era un campeón, un guerrero; capitán de la Banda sin hígado -el jojoi, el bambi, el poli, el quiko-, botellón etílicamente autorizado por la real fuerza ebria debido a su honor y valentía en cualquier combate.
Y es que había que verlos en los festines de Santa Cruz cuando llegaba la pirifoleada, los cuetes, el castillo del terror, los buñuelos, el futbolito; hasta mi papá se ponía re contento al poder pistear con el Hermano y compañía. Chucho y yo estábamos chavacanos. Yo siempre más bruja que él, me robaba el diezmo en misa hasta que la jefa me rompió el hocico por robarle a la casa de Dios.
Pero en fin, el Hermano sol siempre a la cabeza. Todo un caballero, en los ojos un carboncito, el cabello grasoso y en cada ceja un bosque negro. Dragón, malandrín, pero con los morros siempre regalando generosidad. Caminaba gandalla, bien mango, mamadón el chulo y aunque siempre roto acompañado de una doncella con un lunarcito en la cara. Ahora que lo pienso en eso nos parecíamos el Hermano sol yo: en lo jodidos.
Ya voy haciendo memoria. Una de esas noches de feria, llegó el Hermano sol muy espada con la hermana de Rosendo el zapatero; una hermosura de chamaca. “un manjar compadre, un verdadero manjar” habría dicho el astro sol. En fin el caso es que el Rosendo ya sabía del amorío de estos dos, pero aun así el orgullo es canijo.
La cosa es que el Hermano sol andaba al puro tirín con la orquesta, muy juntito y cantándole a la chamaca canciones de Maruca y Guty Cárdenas. Hasta que el Rosendo se le dejó ir muy lanza y luego luego que se me prensan. Rosendo, chaparrito como duende bien que le aguantó el trompo. Ya lo tenía agarrado de las piernas y pura mordida era su técnica hasta que el escuadrón de la muerte les puso un estate quieto a los dos y ay muere.
Después de eso no se habló del Hermano sol hasta lo del plomazo. Castigo, por caliente, por mátalas callando, por barrio, centavo chueco, bigotito corto; no por vivo, ni por locuas, ni ni madres; sólo por pisar, además de los azulejos blancos, también los negros
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